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�Existe el destino? (Apuntes mu-psicol�gicos)

Manuel Calvi�o

Facultad de Psicolog�a. Universidad de La Habana

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SiIvio Rodr�guez Dom�nguez es el culpable. Est�bamos all�, en el Teatro Fausto, en algo que nos dijeron ser�a la filmaci�n de la pel�cula de Silvio. Esper�bamos que Ripstein nos volviera a no explicar lo que ten�amos que hacer. “Solo los actores necesitan explicaci�n, - nos dijo el talentoso director de cine mexicano - porque ellos no entienden nada”. La nostalgia, invitada por unos tragos de a�ejo, convoc� a las preguntas. �Por qu� est� cada uno de nosotros aqu�?. No est�n todos los que son, pero todos los que est�n son. Entonces fue Az�a quien cambiando el tema dijo: “Me equivoqu�, me equivoqu� totalmente. Menos mal que no me hizo caso. Yo le dije a este - refiri�ndose al flaco, como cari�osamente muchos le dicen a Silvio - que fuera periodista, que �l promet�a como periodista, que si se empe�aba, ah� estaba su futuro”. Mi escucha me revel� una queja, a la que yo, con mi man�a de terapeuta del cotidiano, para aplacar lo que parec�a un discurso culposo le di mi convicci�n. “No te equivocaste. Le dijiste exactamente lo que le hubi�ramos dicho todos. Ah� esta tu futuro. Yo estoy convencido que d�nde quiera que �l se buscara a s� mismo, iba a llegar al mismo lugar. Fuera como fuera su destino era ser Silvio Rodr�guez Dom�nguez”. Silvio qued� en ese su silencio que todos sabemos distinguir del t�mido y del de la molestia. Un silencio distinto al de la canci�n que le llega sin que �l la llame, la que se le entrega feliz cuando lo viola, y entonces hay que conversar con ella al menos de labios para adentro. Su silencio era el de valorar, el de decidir, �concuerdo o no?: “…yo no se lo que es el destino…,hombre de buen destino…vete al destino, al punto que ser� final ”.

“Ahora si me tumbaste, cient�fico - me dijo el hombre canoso en uniforme verde olivo. Nadie dir�a que vive con un coraz�n trasplantado que �l mismo se encarg� de educar en sus sentimientos y convicciones de toda la vida. “�T�, un profesional, cient�fico, me estas diciendo que el destino existe?. Sin tenerlo que pensar ni un segundo en ese momento, porque como Florentino Ariza “ten�a la respuesta preparada desde hac�a cincuenta y tres a�os, siete meses y once d�as con sus noches” (en realidad mi respuesta s�lo ten�a cuarenta y cinco a�os, cinco meses y doce d�as tambi�n con la mayor�a de las noches), le respond�a: “S�”. La voz de Silvio, apuntando al techo del Teatro y m�s all� al cielo, me secund� con un rotundo - “definitivamente yo creo que s�, que el destino existe”.

“�Seguimos con la filmaci�n !”, son� la voz de la productora. Oportuna e inoportuna. Entonces Fabelo se fue a la tercera fila y en el rostro le vi dibujado un contrahecho duende con pies de pavo. Amaury no dijo palabra, seguramente porque “para tanto duelo no le bastar�a”. Feliu, el menos joven, Vicente, se fue a violar su trato con Geidy, la psic�loga que tom� de reh�n en su batalla contra el cigarro. Julito, a quien el destino le estaba jugando una mala pasada, se retir� pensando en hacer una propuesta a la OPS sobre el tema. Frank ya se hab�a ido porque de lo contrario sus piedras vikingas hubieran saltado en mi ayuda. Alipio estaba sambando muy cerca del puesto fijo que le hab�an asignado. No recuerdo si Roque dej� constancia gr�fica del momento. Maria, la que se parece al viento, sentada junto a Violeta, acompa�aba la retirada desde la distancia con alguna fantas�a que no verbaliz�. Wichy y el Che estaban en su inconfundible lugar de siempre.

Al menos formalmente, aquello “qued� all�” (�..?). Pero desde entonces, y de esto hace ya bastante tiempo, a veces me voy a dormir imaginando que estoy hablando del asunto con Silvio, con Az�a, con Amaury, con Frank, con todos los amigos que el destino, con sus causas y sus azares, quiso juntar all�, en el Teatro Fausto, el d�a 22 de Enero de 1997 para hacer “la pel�cula de Silvio”.

�Existe el destino?. Me resulta dif�cil precisar cuantas veces me han hecho esta pregunta en los �ltimos once a�os, desde que el destino quiso que me convirtiera en una figura p�blica. A los comunicadores sociales cient�ficos1, esta pregunta nos asecha a veces como “reto a la inteligencia”, otras como “comprobaci�n de la flexibilidad”, incluso como evaluaci�n de nuestra “actualidad cosmovisiva”. A mi me han formulado esta pregunta tambi�n “buscando una esperanza”. Casi nunca me detengo a responderla. Prefiero devolverla a la manera de una indagaci�n socr�tica.

Los m�s de treinta a�os vinculado directamente a las pr�cticas de comunicaci�n me han dado m�ltiples evidencias de que casi siempre la persona que nos pregunta algo es porque tiene una respuesta. Le parece bien lo que decimos si coincide con lo que el piensa. Si no, entonces las cosas no van a marchar muy bien. Una vez caminando por una c�ntrica calle de la ciudad una persona me dijo: “Me gusta much�simo su programa. Ud. siempre dice lo mismo que pienso yo”. A lo que yo agregu�: “Muchas gracias. Aunque en realidad me agradar�a saber que tambi�n le gustar� mi programa cuando lo que yo diga no coincida con lo que usted piensa”: Otra vez, saliendo de los estudios de Maz�n y San Miguel, donde se realizaba el programa “Contacto”, una televidente, que minutos antes me hab�a escuchado negar la existencia de una confirmaci�n cient�fica de la determinaci�n de las peculiaridades personol�gicas por la pertenencia a un signo zodiacal. Quiz�s ha llegado el momento de hacerlo m�s a mi manera.

Para no traicionar mi tradici�n y formaci�n cient�fica comienzo con una cita significativa. Los cient�ficos, aunque muy pocos lo dicen y menos a�n lo aceptan, somos pensadores m�gico-fenomenistas que disfrazamos nuestras creencias con la objetividad. Creemos, o al menos hacemos creer, que citar a un tipo que camina y duerme como los dem�s, que se ha hecho famoso dedicando buena parte de su vida a una cosa tan habitual y natural como pensar, es una raz�n suficiente para que se nos haga caso. En realidad es algo que aprendimos de ni�o en alguna discusi�n traum�tica por el poder del barrio: “� Eso es as� que me lo dijo mi pap� !”.

Insisto con mi cita: "Hay mitos, hay dogmas de teolog�a, hay metaf�sica y muchas otras maneras de elaborar una cosmovisi�n… Una conveniente interacci�n entre la ciencia y esas cosmovisiones “no cient�ficas”… no es solo posible, sino necesaria, tanto para el progreso de la ciencia como para el desarrollo de nuestra cultura como un todo”. (Feyerabend P. 1982.p.447). Claro que junto a �sta, que de entrada me dar�a una raz�n contundente para pensar en alta voz sobre el destino, podr�a poner otra que duda del origen ideol�gico de las elaboraciones te�ricas sobre el tema: “Adoptar una actitud esc�ptica es sin duda lo m�s correcto cuando una doctrina acerca… del hombre aflora en una sociedad que glorifica el esp�ritu de competencia, en una civilizaci�n que se ha distinguido por la brutalidad…Es justo preguntarse en qu� medida el inter�s suscitado…debe atribuirse a la observaci�n de los hechos y al ejercicio del pensamiento…” (Chomsky N. 1971.p. 153). �Creer o no creer?, esta sigue siendo la cuesti�n.

Ser un psic�logo de la vida cotidiana me da, y si no me las da me las tomo, ciertas licencias para usar la met�fora y la meton�mia en calidad de instrumentos cient�ficos. �Qu� pasa si en lugar de decir destino digo misi�n?. El asunto ahora puede resultar m�s digerible. Estoy diciendo que el ser humano, sea Silvio o cualquiera de nosotros, o mejor a�n, todos nosotros tenemos una misi�n. Cito a Larousse: “Misi�n…Acci�n de enviar. Poder que se da a un enviado para que haga alguna cosa”. El destino es una misi�n, y la misi�n es un mandato. Ahora llamo la atenci�n sobre la diferencia del mandato entendido como orden, y de este el amigo Az�a seguramente no tiene la m�s m�nima duda, y el mandato como destino. La orden es consciente y voluntariamente definida, aceptada y realizada. El gran misterio del destino est� en que teniendo el atributo de lo cognoscible, lo susceptible de hacerse, una buena parte de su existencia no pasa por el darnos cuenta, no se define en nuestras elaboraciones conscientes. Esto �ltimo valida la idea de que nadie sabe que cosa es el… destino, y esto puede ser pasto de la censura. Nadie sabe que cosa es el… destino, y eso puede ser pasto de la aventura.

Al destino le temen algunos cient�ficos por parecer un concepto indeterminista y por ende imposible de atrapar. Otros le temen por peligroso. Sin embargo, ni cient�ficos ni alquimistas, ni cl�rigos ni laicos, ni puritanos ni esc�pticos, dejan de hablar el lenguaje del destino. En la ciencia �l tiene muchos espacios de existencia. Una de las formas en la que el quehacer cient�fico, el mundo de los datos, habla de destino, de mandato, se refugia en la noci�n de determinismo.

El sentido del determinismo es abarcador y recoge no solo la experiencia metaf�sica o dial�ctica del pensamiento, sino tambi�n la pluralidad de hechos concretos que llamamos la existencia humana. Desde aqu� es posible pensar la existencia del destino. El determinismo, por cierto, parece que no es una buena compa��a. Determinista fue Darwin, y en su tiempo no le sirvi� de mucho. Determinista fue Freud, y fue tan repudiado y criticado como adorado. Determinista fue Marx, y luego determinaron que sus determinaciones fueran las determinantes, con lo que lo desmarxizaron. Siempre que hay determinismo hay incomprensi�n, pero cuando no lo hay la incomprensi�n es todav�a mayor. Claro que el problema nunca fue el determinismo. El problema fue siempre el prejuicio, la incomprensi�n, el dogmatismo.

El determinismo, a pesar de todos los pesares, no es m�s que “una doctrina filos�fica seg�n la cual todos los acontecimientos del universo, y en particular las acciones humanas, est�n ligados de manera tal que siendo las cosas lo que son en un momento cualquiera del tiempo, no haya para cada uno de los momentos anteriores o ulteriores, m�s que un estado y solo uno que sea compatible con el primero” (Lalande A. 1953.p.298). Obs�rvese que se habla de estados anteriores y ulteriores. La precedencia y la consecuencia. Esto supone el reconocimiento de las relaciones causa-efecto. Todo lo que acontece tiene una causa, nada ocurre fuera del sistema de determinaciones m�ltiples en que existe. Siempre he pensado que la diferencia fundamental entre causalidad y casualidad reside en el lugar de la “u”. Lo casual no esta carente de causa. Las causas de algo no pocas veces son casuales.

En la aceptaci�n de las relaciones causa-efecto se establece como forma de conocimiento y como necesidad de toda pr�ctica humana la predicci�n, la posibilidad de establecer predicciones. No hay ciencia sin predicci�n. La ciencia es, en gran medida, el establecimiento y la corroboraci�n de predicciones. La predicci�n es solo posible porque existe una probabilidad m�xima de que algo suceda a partir del suceder de otra cosa. En este sentido es claro que la predicci�n es una cara del destino, la cara dibujada con los artefactos del pensamiento, por cierto que no solo del pensamiento cient�fico, sino tambi�n del pensamiento natural y del pseudocient�fico. Por eso afirmo con naturalidad que el destino pertenece como noci�n a la ciencia, como prenoci�n, al decir de Durkheim y Bacon, al pensamiento espont�neo y natural del ser humano, y como artificio a la pseudociencia. El es objeto del conocimiento, de la creencia, y del mercado de las ilusiones.

Otro asunto, sin embargo, es lo que nos pasa a los humanos con las predicciones. Ayer la pitonisa Casandra fue tildada de loca por el don de la predicci�n, hoy los m�dicos le ocultan a los pacientes terminales la luctuosa predicci�n, la cercan�a de la inevitable muerte. Nos molesta no saber lo que va a pasar. Nos aburre saberlo. La incertidumbre genera miedos, ansiedades, neurosis. Las certezas generan sobreadaptaciones, crisis existenciales, excesos de confianza. Predecir, decir antes, anticipar, es algo que a los seres humanos nos causa, con una frecuencia que no nos permite culpar al azar, al menos resistencia, y la resistencia es siempre temor - temor a la p�rdida, temor al ataque, dir�a Pich�n-Riviere (1980). Quiz�s por eso es que decimos que nadie es profeta en su tierra, y deber�amos agregar que casi nadie lo es en su tiempo, en el mejor de los casos logra serlo un poco despu�s. Cosa rara esta del no gusto por el saber anticipatorio. El gran sentido de la previsi�n es la prevenci�n: si prevemos podemos prevenir, o al menos podemos llegar al mismo lugar de un mejor modo, y sin embargo casi siempre se opta por chocar, por curar, por el �ltimo momento.

Siendo que el destino goza de algo as� como la fascinaci�n del horror, instituida desde el doble v�nculo contradictorio de los seres humanos con la predicci�n, su lado negativo se asocia a una cierta visi�n determinista vergonzante: el fatalismo.

Parece que para muchos la desinencia hace a los sin�nimos. Quiz�s por eso es que hay quienes est�n convencidos de que la contradic-ci�n es oposi-ci�n y contraven-ci�n y por lo tanto supone san-ci�n, elimina-ci�n. Entonces sucede que, as� como hay quienes viven en una sinon�mia existencial desinente que identifica social-ismo con capital-ismo, hay tambi�n una tendencia a equiparar determin-ismo con fatal-ismo en el modo de pensar el destino. Voltaire, en carta escrita el 24 de Agosto de 1750 a la Sra. Denis, dice quejumbrosamente: “Mi destino me sigue por todas partes”. Murphy, con su cinismo constructivo nos dice “Si algo puede salir mal, saldr� mal ”. Me resisto a tal lectura del destino, a esa que reafirma la ineluctabilidad, la que nos cree seres indefensos y pasivos ante el devenir de los acontecimientos. No es ese el destino en el que creo, no es ese el destino que conozco.

En 1993 particip�, aqu� en la Habana, en un Congreso Internacional de Parapsicolog�a. Cuando digo esto, muchas personas no me creen. - “�En Cuba?, - me dicen - �un Congreso de Parapsicolog�a?”. Tambi�n es cierto que otros me miran semiestupefactos, y que la gran mayor�a me devuelve una sana envidia: Lo real maravilloso no solo est� en las calles de la ciudad. Lo real maravilloso puebla el pensamiento cubano, su idiosincrasia. Empiriocriticismo-m�gico, es esta la formulaci�n cient�fica de la denominaci�n carpentiana. Creer es algo muy cubano, creer con la multiplicidad propia de la identidad nacional, con la pragm�tica t�pica del accionar cotidiano del cubano, con nuestra afici�n pasional en la palabra y el hedonismo concreto en el cuerpo: “Si no creyera…qu� cosa fuera”.

Vuelvo al Congreso. La Parapsicolog�a “no es mi fuerte”, pero me pareci� que pod�a ser interesante codearme con energet�logos, hipnotizadores, clarividentes, iluminados, astr�logos, cartom�nticos, quirom�nticos, babalaos, curanderos, etc. Fue precisamente una cartom�ntica chilena quien en su exposici�n dijo: “El futuro es lo que sepamos hacer con lo que sabemos que podr�a suceder. Mi predicci�n no es para lamentarse por anticipado. Mi predicci�n es para prevenir, para que la persona pueda modificar el rumbo. Se trata de participar en la construcci�n de nuestro destino”. A mi me record� mucho a Sartre cuando dec�a que nosotros somos lo que sepamos hacer con lo que la gente hace de nosotros. Claro que es una nueva visi�n de la cartomancia. Es una nueva visi�n del destino. Es esencialmente una visi�n m�s humanista y realista del destino. Se trata de que el destino tiene una parte de construcci�n. El destino no se recibe, se labra. Solo se realiza construy�ndolo. “Andar - dec�a Mart� - es el �nico modo de llegar”.

Y c�mo saber si llegamos s� no sabemos a donde queremos llegar. Repito con Montaigne que no hay viento a favor para el que no tiene puerto de destino. �C�mo saber si el viento est� a favor si no se sabe a d�nde se quiere llegar?. El destino es un lugar al que se quiere llegar y un modo de construir el camino de llegada. Es este el lado determinista activo del destino, su rostro iluminado por la decisi�n, la convicci�n, la voluntad.

Interesante que cuando se habla de voluntad, de convicci�n, de decisi�n se piensa en lo fundamental en lo que alguien quiere lograr, y se queda, como en punto ciego, lo que alguien no quiere aceptar, a pesar de que esto �ltimo usualmente requiere m�s decisi�n, m�s convicci�n, m�s esfuerzo volitivo. Un “no me impondr�n” define una estructura determinista, y por ende formadora de destino, impresionantemente fuerte. Cuando la voluntad de un ni�o contradice la posici�n de poder (de los padres, de los maestros, etc.) se le eval�a de “cabeza dura”, cuando la afirma, entonces es “voluntarioso y bueno”. Lo mismo ocurre en el mundo de los adultos. La realidad es otra: la resistencia es tambi�n voluntad, la negativa es tambi�n una decisi�n, la convicci�n siempre es m�s que una alternativa. “Me quieren enterrar donde adivino - siempre quisieron ocultarme lejos -. Objeto de los f�nebres cortejos, ayer u hoy. Parece mi destino…Solavaya, aves de mal ag�ero. Mundo feroz, lo digo en juramento: enterrarme le va a roncar el cuero”. Y m�s a�n, el destino es tambi�n las consecuencias de las decisiones que no asumimos, de las no-decisiones:”Nadie se salva del pie forzado: hay que crecer bailando con sinsabores”.

Pero el camino y el lugar de llegada es originariamente diverso y difuso, y es s�lo en su devenir que adquiere contornos m�s precisos. �Por qu� se toma un camino y no otro?. Una vez m�s el determinismo, el de las causas que van cercando y el azar que se va complicando. La historia es aqu� compleja, pero intentar� reducirla lo m�s posible.

Un primer accidente en la no linealidad que es la vida, esta contenido en la preexistencia, las determinaciones desde antes de la vida. Partir� de una sentencia lacaniana que no por considerar excesiva debemos dejar de prestarle atenci�n. “El deseo del hombre – dice Lacan, - encuentra su sentido en el deseo del otro, no tanto porque el otro detenta las llaves del objeto deseado, sino porque su primer objeto es ser reconocido por el otro” (Lacan J. 1985.p.257). Desde el vientre materno, y desde antes, todos somos depositarios de expectativas – expectativas familiares, sociales, pol�ticas. El acto de adjudicaci�n de un nombre a nuestros hijos, por s�lo tomar un ejemplo, es una de las primeras piedras en la construcci�n de un monumento: “Te llamar�s Jos� Manuel, como tu abuelo, para que seas como �l ”. “Te llamar�s Manuel Ernesto, porque nacer un ocho de octubre debe ser algo m�s que una casualidad”. La asunci�n de nuestro nombre con todas sus implicaciones es un proceso de inclusi�n y exclusi�n de determinaciones que en los primeros estadios de la vida act�an bordeando nuestra voluntad, aunque en cierto momento de la vida las asumimos cuando menos: con generosidad y agradecimiento - “A mi madre y a mis Dom�nguez de la Loma, por la m�sica”, como un imperativo innegable de la existencia - “Un hombre sabe cuando empieza a envejecer porque empieza a parecerse a su padre”, o m�s te�ricamente como sentencia de profundo car�cter filos�fico - ”Somos nosotros mismos qui�nes hacemos nuestra historia, pero la hacemos, en primer lugar, con arreglo a premisas y condiciones muy concretas” (Marx.C., Engels F. 1975.p.514). El destino es tambi�n un “encargo familiar”. As� lo reconoce Borges: “Mi padre era anarquista individualista, lector de Spencer, profesor de psicolog�a, poeta rom�ntico que dej� algunos buenos sonetos, pero �l quiso que se cumpliera en m� el destino de escritor (que no pudo cumplirse en �l). Ya mayor habr�a yo de entender que desde ni�o se me hab�a trazado el destino de las letras...” (Peicovich E. 1980.p.71)

Lo que llamamos nuestra vida es primero la vida de otros, y en alguna medida no deja de serlo nunca, porque los objetos de nuestra vida, los contextos reales de nuestra vida son siempre exteriorizaciones, realizaciones de la vida de otros. No hay duda que para cada uno de nosotros se va construyendo un destino en el deseo del otro: nuestros padres, hermanos, maestros, amistades, y tambi�n nuestros cong�neres, aunque no sepamos sus nombres ni los conozcamos. El mundo humano que determina la vida humana no es solo mundo de seres humanos, sino tambi�n y sobre todo mundo de las creaciones humanas. El destino es tambi�n aquello que queda escrito como condiciones facilitadoras o entorpecedoras y que se dibuja como oportunidades y retos en las condiciones reales de nuestra vida, desde el nacimiento, desde antes, hasta despu�s de la muerte. Lo que quede de nosotros es parte de la historia que escriban los que nos sucedan, una historia que ser� tambi�n escrita con arreglo a sus necesidades, a sus condiciones.

No quisiera dejar el tema de las determinaciones extrapersonales subjetivas que conforman nuestro destino sin intentar un poco m�s de justicia a ciertas valoraciones que han sido tratadas con una dureza comprensible. Me refiero al tema de las predisposiciones biol�gicas. Parto de una tesis central que mi acervo marxista siempre impuso como racionalidad a mi psicologismo pasional subjetivista: la biolog�a humana es tambi�n social. De modo que la biolog�a humana anda por el camino de las determinaciones condicionales, de los elementos instituyentes de nuestro destino.

En un extremo podemos ubicar las condiciones socioecon�micas de nuestra sociobiolog�a: “Por lo dem�s, lo que y cuanto le sea dable ver – dicen los cl�sicos, refiri�ndose a un ser humano, - no depende solamente del estado real del mundo, sino tambi�n de su bolsa y de la actuaci�n que en la vida le asigne la divisi�n del trabajo, situaci�n que tal vez se le cierre demasiado, aunque tenga ojos y o�dos muy acaparadores” (Marx C., Engels F. 1982.p.326). De otro lado podemos ubicar las peculiaridades anatomo f�sicas y funcionales. En el centro la amplia gama de sucesos facilitadores o entorpecedores. Creo que nadie duda que el compartir con Mozart un notorio o�do tonal no hace a un reci�n nacido un genio precoz en la m�sica. Del mismo modo un notorio o�do tonal facilita las cosas, tanto o m�s que las entorpece el no tenerlo. “No hay donde perderse. – me dijo una vez el Angel Parra – Hay quien nace para m�sico, y aunque nunca en su vida se decida a serlo por alg�n lugar le saldr�. Pero el que no nace para m�sico a lo que m�s puede aspirar es a parecerlo”. La biolog�a forma parte del destino.

Si bien la predicci�n, como antes se�al�, es un lado del destino que evidencia un v�nculo muy especial y m�s probable con la racionalidad, con toda la vocaci�n humanista de una buena parte del pensamiento humano, y en este sentido pudiera generar menos rechazo de los incr�dulos, de los objetivos, y quien sabe si hasta de los perseguidores de cualquier nacimiento, el destino se asocia tambi�n a un rostro m�s oculto, m�s sujeto a la din�mica trascendente de las fuerzas esot�ricas, a las predeterminaciones teleol�gicas de la existencia. Por eso tiene entre sus figuras arquet�picas a la profec�a.

A pesar de ser dos caras de la misma moneda, los nombres del determinismo son distintos a los de la profec�a. Los primeros son Darwin, Freud, Marx, ellos suenan claro a pesar de las vicisitudes de su vida y de su obra. Los otros suenan distinto y est�n envueltos en una nebulosa de misterio o divinidad, que no es lo mismo pero es igual :Nostradamus, Jon�s. Desde tiempos que se pierden en el recuerdo la profec�a se asocia a un don sobrenatural de ciertos individuos que traen al presente la ocurrencia del futuro. Es, como dec�a, la cara sobrenatural de la predicci�n. Solo que la predicci�n se ejerce sobre el criterio de la factibilidad, de la posibilidad, mientras que la profec�a se ha presentado acompa�ada de la certeza, del “ya veras”.

Una mirada algo m�s profunda sobre el tema nos deja ver que en realidad el asunto cr�tico no parece ser la profec�a, sino el don sobrenatural. �Qu� pasa con los dones sobrenaturales?. Primero incluso: �Qu� son los dones?, �Qu� son los dones sobrenaturales?. La pregunta puede ser una trampa para muchos que preferir�an desde el inicio rechazar la suposici�n convertida en afirmaci�n seg�n la cual los dones existen. Porque el concepto de don se relaciona con lo innato, con lo que esta presente en el momento del nacimiento y que adem�s se le valora como algo especial. Pero si se relaciona con lo innato, entonces la profec�a, la visi�n prof�tica, no parece ser un don de nadie. �Se conoce, est� registrado alg�n profeta menor de un a�o de edad?. Se dir� quiz�s como aqu�l payaso del Circo INIT que aseguraba a un amigo que su caballo sab�a leer. Ante la duda del amigo, el payaso tomaba un peri�dico y lo mostraba al caballo quien comenzaba a mover la cabeza de un lado a otro “mirando” las hojas mostradas. “Ya ves” – dec�a el payaso, -“mira como lee”. A lo que el amigo le repostaba: “pero que me diga al menos que es lo que dice la prensa para yo saber si es verdaderamente un caballo alfabetizado o si es que tu eres un mentiroso”. Entonces el payaso indignado dec�a: “Yo he dicho que sabe leer. No que sabe hablar”.

Una vez m�s narro una experiencia personal. Viv�a yo en el cuarto piso de la “Zona E” del gigantesco edificio central de la Universidad Estatal de Mosc�, m�s conocida como “La Lomonosov” cuando conoc� personalmente a un ni�o afgano de nueve a�os de edad. El peque�o viv�a con su padre en la misma zona que yo, solo que en el piso nueve. Pero estaba enamorando de mi vecina. Una t�rtara de 28 a�os, un metro noventa y doscientas cuarenta libras. Podr�a parecer esto lo m�s sorprendente pero no lo es. �Qu� hac�a aqu�l ni�o en la Universidad?, �Acompa�aba a su padre?. No. El peque�o estaba terminando sus estudios en la Facultad de F�sico-Matem�tica. Un peque�o genio. Su madre era analfabeta. Su padre, creo que del �rea de las ciencias sociales, se dio cuenta un buen d�a de que con apenas dos a�os su hijo hab�a aprendido a sumar y a restar, y por s� mismo dedujo que era y como se calculaba una multiplicaci�n y una divisi�n. Hab�an estado ambos en los Estados Unidos de Norteam�rica, pero el ni�o hab�a pedido irse pues no soportaba que las mujeres asediaran a su padre para que les hiciera un hijo. A nosotros los adultos, aprender el idioma ruso nos cost� a�os, y a�n lo aprendimos mal. A los tres d�as de estar en Mosc�, el peque�o superdotado hablaba perfectamente el idioma de los zares.

Podr�a parecer todo esto lo m�s sorprendente pero tampoco lo es. Un d�a me encontr� al padre en un pasillo del albergue. Lo not� entre triste y preocupado y le pregunt� qu� le pasaba. “Acabo de hablar por tel�fono con mi hija de cinco a�os, - me dijo el progenitor del peque�o gran afgano - y estoy preocupado”. “�Pas� algo? – pregunt� verdaderamente interesado. “No.- me contest� aqu�l -. Ya la ni�a hizo todos los ex�menes de ingreso a la Universidad y obtuvo evaluaciones brillantes”. La peque�a ten�a entonces 6 a�os. Mis o�dos no quer�an dar cr�dito a lo que escuchaba. Pero solo creyendo pod�a entender la preocupaci�n del padre. De modo que le dije: “No es para menos tu preocupaci�n”. Pero aqu�l, como ayud�ndome a entender la situaci�n me aclar�: “El asunto es que cuando le pregunt� si ya ten�a decidido que carrera escoger me respondi�: Pap�, �las mujeres antes de entrar en la Universidad no tienen que pensar en casarse?”. Cr�alo o no lo crea. Es la pura verdad.

Dones especiales. Dones sobrenaturales. Si por “natural” estamos entendiendo lo t�pico, lo m�s com�n, lo que usualmente se da, entonces no hay duda de que existen los dones sobrenaturales,o para ser menos hiriente, dones excepcionales. Y la excepcionalidad no tiene porque preocuparnos, molestarnos, ni producirnos miedo. Definitivamente si pienso en esa familia afgana, que ya ten�a otra nenita en cuna, si pienso una vez m�s en Mozart, y en muchos casos m�s, lo que no cabe duda es que lo que no hace sentido es la denominaci�n de sobrenatural. Se trata de capacidades excepcionales, s�, pero tambi�n naturales. Sus portadores son tan naturales como cualquiera de los que pertenecemos a la tipicidad. Son dones. Para ellos reservamos la denominaci�n de don. Y es mi esperanza que as� como nos acostumbramos al don de la belleza, que tampoco tiene una explicaci�n absolutamente precisa, ve�mos con naturalidad, que no significa sin asombro, los dones de las capacidades especiales. Estos son dones actuales, verificables en el comportamiento, dones en la acci�n misma, en la vida concreta y real de las personas.

M�s a�n, de estos dones tenemos algunas hip�tesis funcionales, toda vez que ellos suponen comportamientos m�s o menos t�picos, solo que en periodos de la vida, o de tiempo, at�picos. Claro que existen miles de graduados en la Facultad de F�sico-matem�tica de la “Lomonosov”, pero con nueve a�os, posiblemente uno solo. En cualquier caso digo que lo que nos sorprende en un don usualmente es la facilidad relativa, la dimensi�n temporal (incluida la etarea), lo poco com�n, pero casi nunca la capacidad misma. Yo puedo saber que d�a de la semana caer� el 10 de Agosto de a�o 2009, pero me cuesta mucho trabajo, tengo que dedicarle tiempo. Lo que sorprend�a de un ni�o autista que conoc�, es que pod�a decirlo instant�neamente.

Volvamos ahora a la profec�a. En primer lugar, la capacidad de profec�a de ser un don, ser�a un don potencial. No hay mucho que aclarar en esto. Es un don potencial en tanto ella, la cosa profetizada, se realiza solo en el cumplimiento de la predicci�n. Por la particularidad temporal distante de su efecto confirmativo, el supuesto don de la profec�a, es algo en lo que tendr�amos inicialmente que creer. En ocasiones incluso hay que vivir creyendo en �l, pues su verificaci�n es ubicada en un m�s all� de la vida promedio de un ser humano. Y aqu� entonces entra una realidad subjetiva que no soporta la verificaci�n, que no resiste la m�nima exigencia de la ciencia racional contempor�nea. Obs�rvese que digo racional y no racionalista. No es lo mismo, ni da igual.

En segundo lugar, la profec�a es algo que se especifica como capacidad diferencial por su existencia misma. Pensemos en los int�rpretes de sue�os del mundo antiguo. Tomemos a Josu� de referente. Freud escribi� a fines de siglo antepasado “La interpretaci�n de los sue�os”. Tras �l, muchos especialistas “psi” hemos dominado e incluso diversificado las t�cnicas de intepretaci�n de los sue�os. Pero ninguno, ni el mismo Freud puede equiparar su trabajo con los sue�os, con lo que se dice realizaba Josue. Precisamente porque la interpretaci�n de los sue�os de este �ltimo ten�a un sentido prof�tico, el contenido de los sue�os era premonitorio, en ellos se dec�a lo que ocurrir�a. Freud, por el contrario dijo “Si en tal caso surge la impresi�n de que una premonici�n on�rica ha llegado a cumplirse, ello solo significa la reactivaci�n de su recuerdo de aquella escena en la cual se hab�a anhelado...”.(Freud 1981.I: 754)

La profec�a es premonici�n. Por tanto, su sentencia no es del tiempo en que ocurre, sino del futuro y por cierto de un futuro lejano. “No te acuestes tan tarde que ma�ana te vas a quedar dormido y llegar�s tarde a la Escuela”, “Si sigue siendo tan buen estudiante, cuando crezca va a ser un excelente cient�fico”. Estas no son sentencia de profec�a, sino de la l�gica com�n que m�s que vaticinar pretende favorecer condiciones hoy, para aumentar la probabilidad de que ma�ana ocurran ciertas cosas y no otras. Pero m�s a�n, el contenido de la profec�a no esta basado en la comprensi�n del hoy, sino en ese supuesto don, ahora s�, sobrenatural. Entonces, como dec�a antes, el rechazo a la profec�a del destino no esta en la capacidad, en el don propiamente dicho, sino en su modo de ser planteado como car�cter sobrenatural.

�Y es que hay alguna profec�a que pueda ser librada de esta sobrenaturalidad?. Los psic�logos utilizamos la denominaci�n de profec�a para llamar la atenci�n sobre un hecho sin duda interesante pero distante del sentido anteriormente se�alado del t�rmino. Nosotros llamamos la atenci�n sobre un cierto circuito irracional que hace que la expectativa de ocurrencia de un fen�meno intra o interpersonal asociado a una imagen categorial del mismo, se convierte en un acicate para su realizaci�n. Bleichmar, en su interesante estudio sobre el narcicsimo, lo fundamenta con la idea de la transposici�n categorial: “la creencia o premisa que act�a como punto de partida organiza, moldea, transforma los datos de modo que pasen a ser miembros de su clase” (Bleichmar 1983:97). De este modo lo que fue profesado encuentra a los datos como confirmatorios. Los padres dicen de su hijo m�s peque�o: “esta va a ser un desastre”. Cualquier elemental fracaso del ni�o ser� valorado como �ndice confirmatorio, incluso el �xito ser� devaluado para acercarlo al fracaso. Siendo entonces que se cumple la profec�a.

Interesante. Aqu� volvemos ahora desde la dial�ctica subjetiva a la t�sis de la construcci�n del destino. La profec�a es una construcci�n prevalidada que solo espera la aparici�n de un dato coherente para sentenciar su realizaci�n. Los designios del destino son sobre todo actos de pensamiento, decisiones que avanzan en una direcci�n y que encuentran en el camino razones que la justifican, hasta tanto se pruebe lo contrario. Digamos que puede ser desde una suerte de construcci�n “ab absurdo” (el destino fatal) a una construcci�n narcicista (el destino mesi�nico), pasando por los vericuetos de “la normalidad”: “hombre de buen destino...hay luces puestas en el camino”. Certeza ten�a Stephen Crane cuando afirm� que “el que puede cambiar sus pensamientos puede cambiar su destino”. Quien no piensa en su porvenir, no lo tendr�.

Podr�amos seguir hurgando en otros espacios reflexivos. Pero todos los caminos nos conducen a los mismos lugares. Todos significan que nada humano es sino obra de los seres humanos. Incluso su destino.

Ando de un lado para otro. No se que es lo que quiero escribir ahora. Pero se que tengo que escribir. O hablar. No puedo dejar de hacerlo. Quiz�s porque tengo que dar un fin a este peque�o “ensayo” (�...?) sobre el destino. Pensar� entonces que la tarea esta terminada. Pero ma�ana me volver� a sentar delante de la m�quina y escribir� algo relacionado con la psicolog�a. De lo contrario me ir� a la Facultad donde inevitablemente me espera un di�logo con mis estudiantes de psicolog�a. O puede que me quede en la casa echando agua a las plantas, pero se que alguien pasar� y llam�ndome “vale la pena” me har� una pregunta de psicolog�a. Mi hijo Manuel Ernesto le dir�: “Mi pap� es el profesor Calvi�o, y es psic�loco”.

Estoy atrapado y sin salida en una red que con placer me constru� y me construyeron. Y todo empez� por no saber que quer�a estudiar en la Universidad cuando terminaba mi preuniversitario. Antes, cuando mi padre queriendo ser psiqui�tra llen� la biblioteca de la casa de psicoanalistas (Freud, Horney, Kardiner y muchos otros). Incluso cuando alguna angustia mal manejada me hac�a abrir y cerrar los ojos incesantemente con el fondo musical de Esther Borja, Barbarito Diez, �ico Menbiela, los Luisitos - Aguile y Bravo -, Elvis Presley, Paul Anka, y tantos otros. En realidad no comenz� nunca en algo particular. Comenz� siempre en todo.

Un d�a tal vez me aburra de ser psic�logo, pero por suerte ya no tendr� marcha atr�s y me deleitar� con las determinaciones y compromisos que me obligan, los deseos y gustos que me instigan, las profec�as que me he construido, el modo de pensar y las razones congnoscitivas que se activan unas tras otras en mi cabeza, las depositaciones que tanta gente me hace, y ser� desde y para siempre, por obra y gracia del destino, psic�logo.

Referencias Bibliogr�ficas:

Bleichmar H. (1983) El narcicismo. Estudio sobre la enunciaci�n y la gram�tica inconsciente. Ediciones Nueva visi�n. Buenos Aires.
Chomsky N. (1971) El Lenguaje y el Entendimiento. Barcelona. Biblioteca Breve Editorial Seix Barral S.A.
Feyerabend P (1982) La ciencia en una sociedad libre. Siglo Veintiuno Editores. M�xico.
Freud S. (1981) Obras completas. 4ta.ed. Biblioteca Nueva. Madrid.
Lacan J. (1985) Escritos 1. Siglo Veintiuno Editores. Argentina.
Lalande A. (1953) Vocabulario t�cnico y cr�tico de la Filosof�a. Editorial El Ateneo. Buenos Aires.
Marx C., Engels F. (1975) Contribuci�n a la cr�tica de la Econom�a Pol�tica. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana.
Marx C., Engels F. (1982) La Ideolog�a Alemana. La Habana.Ed. Pueblo y Educaci�n.
Peicovich, Esteban. Borges, el palabrista. Madrid, Letra viva, 1980, p. 71.
Pich�n-Rivi�re. (1980) Del psicoan�lisis a la Psicolog�a Social. 2t. Nueva Visi�n. Buenos Aires.

Notas

1. Desde hace 13 a�os el autor hace un programa semanal de televisi�n, “Vale la pena” que goza de alta teleaudiencia y preferencia en su pa�s. Se trata de un programa de orientaci�n y an�lisis de la vida cotidiana y las relaciones entre las personas en sus escenarios de vida. Regresar al texto

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