Perfume de Revolución

 

Alfredo Grande

Médico Psiquiatra. Psicoanalista. Profesor Universitario,
Miembro de Honor de la Sociedad Cubana de Psiquiatría
(Argentina)

 

 

Resumen

Si la revolución es un sueño eterno, como postula el escritor Andrés Rivera, propongo pensar los mecanismos de construcción de esa  organización subjetiva que sostiene ese sueño. La realización concreta y material del la Revolución es solo una de las formas en las cuales lo revolucionario que nos habita se expresa. El denominado “factor subjetivo” es en realidad una complejidad que da cuentas de procesos de subjetivación, de subjetividades deseantes y de subjetividades cristalizadas. El factor subjetivo no refleja la realidad. Por el contrario: la realidad no pocas veces es reflejo del factor subjetivo. No hay un Revolución para cada uno, pero tampoco hay una Revolución para todos. Si varias generaciones son necesarias para construir subjetividad revolucionaria, es necesario recordar que, simultáneamente, esa subjetividad se va deconstruyendo. Y si es necesaria la revolución dentro de la revolución, también es imprescindible la revolución dentro de la contrarrevolución que se expresa en subjetividades inestables. 

Palabras claves: subjetividad, medios masivos de comunicación

 

Abstract

If Revolution is an endless dream, as postulated by the writer Andrés Rivera, my proposal is to think about the construction mechanisms of  such a subjective organization which supports that dream.To making real and tangible the Revolution,  is only one manner to be expressed for revolutionary things inside us. The named subjective cause  is actuallysuch a complexity, which is speaking about some subjectiveness process of desirous  subjectivities and cristalyzed subjectivities. The subjective cause does not reflect reality.  By contrast, reality is  reflecting the subjective cause and not just a few times,  There is not  a Revolution for each people, and there is neither a Revolution for everyone.  If some generations are needed to build some revolutionary subjectivity, we need to recall that, simultaneously,  such subjectivity is going to be deconstructed. And, if Revolution is necessary inside the Revolution, Revolution is also Irreplaceable inside the contra= revolution expressed into several  unstable subjectivities.

Key words: subjectivity, mass media.

 

Resumo

Se a revolução é um sonho eterno, como postula o escritor Andrés Rivera, proponho pensar os mecanismos de construção dessa organização subjetiva que sustenta esse sonho. A realização concreta e material do a Revolução é só uma das formas nas quais o revolucionário que nos habita se expressa. O denominado “fator subjetivo” é na verdade uma complexidade que dá contas de processos de [subjetivación], de subjetividades [deseantes] e de subjetividades cristalizadas. O fator subjetivo não reflete a realidade. Pelo contrário: a realidade não poucas vezes é reflexo do fator subjetivo. Não há um Revolução para cada um, mas também não há uma Revolução para todos. Se várias gerações são necessárias para construir subjetividade revolucionária, é necessário lembrar que, simultaneamente, essa subjetividade se vai [deconstruyendo]. E se é necessária a revolução dentro da revolução, também é imprescindível a revolução dentro da contrarevolução que se expressa em subjetividades instáveis.

Palabras-chave: subjetividade, meios em massa de comunicação

“la violencia saca lo que sobra y el amor pone lo que falta”

(aforismo implicado)

 

 “La revolución es un sueño eterno”, es el título de una novela de Andrés Rivera. En este trabajo, intento reflexionar sobre la organización subjetiva de ese sueño. Freud  escribió que el sueño del adulto es la realización alucinatoria de un deseo infantil reprimido.  Podríamos pensar que los sueños revolucionarios tienen un fundante deseante e infantil. La eternidad de ese sueño al que alude Rivera solo puede entenderse si postulamos una marca primaria, en la cual queda marcada en el sujeto deseante el anhelo de lo revolucionario. No se trata, naturalmente, de suponer un innatismo biológico que determina un “instinto revolucionario”. No hay naturaleza en la cultura, aunque como sabemos, hay cultura en la naturaleza. Pero si la batalla de todas las batallas es la batalla cultural, es necesario crear, inventar, descubrir nuevas armas que nos permitan vencer en esa batalla que el imperio ha declarado para formatear la subjetividad desde la cuna. ¿O no es acaso la familia tradicional, con su impronta heterosexual, monogámica, reproductora, la garantía histórica de los modos de subjetivación de la propiedad privada?  La “sagrada familia” es un constructo reaccionario que sostiene el baluarte de considerar a la familia como la célula básica de la sociedad. Es decir: desde esta concepción occidental, capitalista y cristiana, el territorio de las relaciones de parentesco, relaciones de filiación y alianza, sostenidas por la sangre transmitida de generaciones anteriores, son las que organizan en forma excluyente la subjetividad. La Familia ejerce la propiedad privada de lo que sus integrantes sienten, piensan y desean. Familia que incluye a las corporaciones trans nacionales, que adoctrinan a sus empleados con los sentimientos de pertenencia y filiación de un carácter netamente regresivo. Confesión de parte: el lema publicitario de una tarjeta de crédito es: “pertenecer tiene sus privilegios”.

Pertenecer a una tarjeta de crédito parece un delirio, pero como todo delirio, tiene su núcleo de verdad. Por que la tarjeta otorga, al que la tiene, un crédito: pertenecer al sistema capitalista. Y éste, benévolo, serio, (como se dice hoy en Argentina), la da la bendición del  Amo a su dócil Esclavo. Es la tarjeta una nueva familia, pero que hereda todos los atributos de la familia de origen. No es casual (nada en el capitalismo lo es) que la publicidad siempre incluya a madre, padre e hijos felices por consumir consumo. Esto es lo que denomino “adicción al consumismo”, que obtura subjetivamente la “elección del comunismo”. La irracionalidad del consumo eterno es la promesa nunca del todo insatisfecha, que se opone con firmeza a esa marca primaria que sueña con la revolución. Sin embargo, esa marca nunca es borrada del todo. Pero queda, especialmente en los espacios que la social democracia consolida, desfigurada, caricaturizada, en vagas apelaciones a la solidaridad frágil, a las apelaciones sensibleras a una equidad general. En el peor de los casos, a campañas benefactoras organizadas por empresas multinacionales, responsables del saqueo, el exterminio y, como no podría ser de otro modo, de la reconstrucción.

Los objetivos de una psicología para la liberación no deberían obviar que la subjetividad y más específicamente, los procesos de subjetivación, son el primer y el último escudo contra la barbarie del exterminio capitalista. Lejos, al menos en la Argentina, de la epopeya libertadora de un pueblo en armas, deberemos pensar como se sostiene en el adulto aquello que nunca se terminó de destruir en el niño.  Para eso será necesario desarrollar teórica y políticamente los conceptos que den cuenta de esa marca primaria que es el origen del sueño eterno de la revolución.

Freud denomina “protofantasías” a matrices heredadas que las experiencias vivenciales concretas, llenan para construir las fantasías.

Las 5 protofantasías son. 1) Incesto 2) Escena Primaria 3) Castración 4) Seducción 5) Parricidio. Esta hipótesis da cuenta de una simultaneidad: universalidad del Edipo y singularidad histórica de su construcción subjetiva.

De acuerdo a las formas de lecturas que la obra freudiana promueva, se hará más énfasis en el Edipo libidinal, en el Edipo histórico social o en ambos. Lo importante de señalar a mi criterio es que la denominada “alianza fraterna”, postulada por Freud como el paso necesario de la naturaleza a la cultura, no tiene inscripción en el psiquismo temprano.  Las 5 protofantasias dan cuenta de la versión individual del sujeto, o sea, de un sujeto que se vive por fuera de la trama colectiva e institucional que lo sostiene y lo construye. Esta conceptualización teórica es funcional a la práctica psicoanalítica en su modalidad de asistencia individual. Y ratifica, aunque con ciertas reservas, la valoración del psicoanálisis como una práctica burguesa y mercantil. Dicho en otras palabras: también en el campo del psicoanálisis, la teoría no es neutral en relación a los efectos que produce. En la Argentina al menos, el psicoanálisis en sus versiones freudiana, kleiniana y lacaniana, se acomodó bien a las formas y actos del modo de vida burgués. Tanto en sus aspectos discursivos, cuanto en los modos y las formas de la vida cotidiana de profesionales y pacientes.

El sueño eterno de la revolución, salvo momentos muy acotados de los finales de la década del sesenta y principios del setenta, quedo silenciado en los divanes de los consultorios. Por lo tanto una situación paradojal quedo cristalizada: la teoría que revolucionó los modos clásicos de pensar al sujeto, quebrando el paradigma “sujeto= conciencia”, fue capturado por los modos capitalistas de producción de cientificidad, con lo cual bien puedo decir que se trató de otra revolución congelada. Un libro del sociólogo Roberto Castel  “El Psicoanalismo: el orden psicoanalítico y el Poder” da cuenta de este formidable proceso de naturalización y neutralización. No es el propósito de este trabajo realizar una reseña histórica de este proceso, con las encerronas que produjo y los momentos de apertura y transformación que propició. Pero si es necesario como un marco de referencia para entender porque el sueño eterno de la revolución sigue dormido y cuales son los determinantes principales para que la inmensa mayoría de la población argentina sostenga las propuestas de la socialdemocracia, el liberalismo o incluso la extrema derecha. Y entonces es necesario pensar que las operaciones sobre la subjetividad, son también ejércitos de ocupación. Freud dice que la instancia psíquica que él denomina Superyo, se inscribe en el Yo como un ejército en un tierra conquistada. La subjetividad es un territorio que el enemigo imperial no descuida ni un solo segundo. La invasión a la subjetividad se denomina “medios masivos de comunicación”, que bien podríamos denominar: “medios invasivos de comunicación”. De lo que se trata, a mi criterio, es de pensar que tipo de invasión propician y en que medida esa invasión es uno de los factores para que el sueño eterno de la revolución siga en estado latente.  Para eso es necesario incluir el concepto freudiana de masas artificiales.  En su trabajo Psicología de las masas y análisis del Yo, Freud le contesta al teórico francés Gustave Le Bon, que espantado por las masas revolucionarias, insistía en el carácter degradante de la inclusión de un individuo en cualquiera instancia masificadora. Freud con su habitual osadía intelectual, realiza el análisis con dos masas permanentes y estables, a las cuales hoy denominaríamos como instituciones u organizaciones. Nada menos que la Iglesia y el Ejército, aclarando, aunque pocos le dan importancia a esto, que se refiere a la Iglesia Católica Apostólica Romana y al Ejército Prusiano.  Ambas como paradigmas de  organizaciones que parasitan la mente y el alma del sujeto.  Y lo que Freud postula que ese lazo de unidad que en apariencia es sólido, indestructible, descansa en dos pilares: la coerción exterior y la idealización del líder. Ambos procesos en el marco de la sociedad de clases están naturalizados, o sea, que la masa artificial no está cuestionada como dadora de subjetividad: familia patriarcal, catequesis, servicio militar obligatorio. Siempre la misma cara de una misma moneda: el sometimiento a mandatos represores que el sujeto vive como la mas completa libertad. -  La coerción exterior empieza desde el nacimiento, y a ese artificio cultural se pretendió naturalizarlo con la denominación de “trauma de nacimiento”. La idealización es un proceso diferente a la construcción de un Ideal. La idealización es imponer en una mente infantil la imago omnipotente de un ser superior, absoluto, infinito, inconmensurable. La idealización es una coerción interior, y a esa formación inconciente la he denominado Ideal del Superyó. Es decir: idealizar al represor. Una de las consecuencias es la premisa cristiana de amar al enemigo, con lo cual la capacidad de enfrentarlo se debilita. Las masas artificiales son la forma en que los mandatos de las clases dominantes entran en la subjetividad desde el nacimiento. Y por supuesto se mantienen toda la infancia, la educación primaria y secundaria. Hasta llegar a la gran masa artificial que disciplina el adulto que es la organización laboral post fordista.  Con estos mandatos culturales represores, violentos mazazos en la subjetividad, ese sueño eterno revolucionario solo puede expresarse en situaciones excepcionales. Y por poco tiempo. En otras palabras: lo revolucionario es sofocado para que la Revolución sea abortado. Si la violencia es la partera de la historia, la crueldad es la abortera. Y todas las masas artificiales son extremadamente crueles. Pensamos en Guantánamo, en los 5 patriotas prisioneros del Imperio, en los cientos de miles torturados y masacrados en las mazmorras de dictaduras y democracias.  Es hasta increíble que el sueño revolucionario sigue latiendo.

Pero sin lugar a duda alguna, así es. Los países que, como el nuestro, lejos están de concretar una Revolución triunfante, no obstante pueden propiciar la aparición de “lo revolucionario”. Un autor francés es el creador del sociopsicoanálisis e introduce el concepto de “clases institucionales”. Me ha resultado útil para entender la lucha de clases en el seno de las organizaciones. El denomina “pulsión de poder de clase” al intento de cada clase institucional de obtener una ganancia de poder a expensas de las otras clases. Este espacio de lucha de clases define “lo revolucionario”, cuando las clases sometidas pueden conquistar poder institucional a expensas de las clases dominantes. Experiencias de este tipo en la Argentina son las denominadas “fabricas recuperadas” y las cooperativas de trabajo. También colectivos autogestionarios que construyen formas alternativas a las ofertas capitalistas en vivienda, educación, salud. Y es importante señalar el carácter revolucionario por la ganancia de poder subjetivo que el sujeto conquista. Como protagonista colectivo de esas experiencias, ninguno será el que era antes. Algo del sueño eterno se ha despertado, y el pasaje a la realidad ha sido concretado.  Cada una de estas experiencias, que en diciembre 2001 tuvieron su apogeo, permitió incluso construir un sistema denominado “trueque”, que

desplazó por un tiempo al dinero, con lo que incluso se derrumbó el fetiche de la mercancía. Por supuesto, una de las mas poderosas masas artificiales, la financiera, se recuperó. Pero lo importante no es tanto la victoria final, sino poder sostener victorias que acerquen el horizonte de lo posible. Para que el perfume de la revolución, para aquellos que no podemos disfrutar de la flor, sea cada vez mas intenso. Estas reflexiones abren un interrogante que quisiera explicitar. Lo revolucionario no pocas veces es una instancia preparatoria, anticipatoria, de la Revolución. Pero otras veces, no pocas tampoco, ese umbral que separa el modo de producción capitalista del socialista, no puede ser atravesado. Entonces: ¿es legítimo desestimar lo revolucionario en tanto no ha podido precipitar ni crear las condiciones para la Revolución? Es un debate teórico y político de la mayor importancia. Desde ya, la hipertrofia (superfetación al decir de José Blejer) de lo revolucionario conduce inevitablemente al reformismo social demócrata. Pero desestimar conduce a un escepticismo radical, a un “síndrome de fatiga democrático”, porque al no poder “lo más”, tampoco valorizamos “lo menos”. Y, desde mi criterio, ni siquiera es “lo menos”. Porque es una fuerte señal que no debe ser desestimada que ese sueño eterno que es la Revolución, sigue latiendo, aún en sus demoras y desfallecimientos.

Mas aún: en una Revoluciòn trunfante tampoco debe desestimarse la importancia de “lo revolucionario”, la importancia de que la pulsión de poder de clase se exprese, que los ideales del superyó sean siempre subvertidos por los ideales del yo, para combatir el peligro de la burocratización y de los momentos artificiales de la masa. La micro política no es reflejo directo de la macro política. Bolsones de intolerancia, de discriminación, de violencia, pueden aparecer en relaciones laborales, familiares, escolares. El trabajo permanente con “lo revolucionario” que al sujeto habita, es una forma de revolucionar – se en la vida cotidiana. Que suele ser un analizador privilegiado de la capacidad del sujeto social histórico para sostenerse como “hombre y mujer nueva”.

En este sentido, el psicoanálisis implicado que estoy desarrollando teórica y políticamente desde 1994, intenta ser una respuesta al cientificismo academicista y asistencialista. Entendiendo al psicoanálisis como un analizador del fundante represor o deseante de la cultura, el perfume de la revolución será mas intenso. Y la flor nunca podrá ser marchitada.